miércoles, 6 de agosto de 2008

Cuando la Justicia es benévola con los violadores


Un ataque feroz... no así su condena


La Casa de la Mujer de El Carmen, en Jujuy, se organizó a partir de un caso de violencia sexual contra una joven. Ese caso llegó a juicio oral, y la decisión del Tribunal resulta inexplicable por su benevolencia con los procesados.


  1. La Sala Tercera de la Cámara en lo Penal de los Tribunales de la provincia de Jujuy dio a conocer el 4 de julio el fallo en el que se condenó a los integrantes de la patota que atacó un año atrás a una joven pareja en la localidad de El Carmen, golpeando hasta desmayar al joven y abusando sexualmente tres de ellos de la joven. El Tribunal estuvo integrado por la Dra. Lamas como presidenta de trámite, y los Dres. Ovando y Puig.


  2. Sólo se condenó por el abuso sexual a dos de los atacantes, y se absolvió respecto de dicho delito a los otros dos procesados. A los cuatro los consideró responsables por el delito de robo en banda, por lo que dos de los cuatro fueron condenados a ocho años; uno a 3 años de prisión efectiva y otro, menor de edad, se lo consideró autor remitiéndose el expediente al juez de menores a fin de que establezca la sanción, dándole la inmediata la libertad.


  3. Para las familias de las víctimas y su defensa, esta sentencia resultó excesivamente benevolente con los atacantes, ya que a los condenados por abuso sexual se les dio la pena mínima (que debía decidirse entre los 8 y 25 años) y otros partícipes fueron absueltos aunque uno de ellos también fue autor directo del abuso sexual y ambos ejercieron la violencia que permitió someter a la joven.


  4. ¿Y porqué será que los jueces fueron tan benevolentes con los violadores? Todavía no se conocen los argumentos del fallo, que se darán en una semana, pero la querella ya decidió que apelará la sentencia, tanto para que se deje sin efecto la absolución de los dos sentenciados absueltos, como respecto del monto de la pena aplicada a los dos condenados por el abuso sexual.


La vida cambió para siempre...


La vida de los dos jóvenes agredidos cambió rotundamente desde el día del hecho.


El joven venció esas presiones absurdas pero comunes que pretendían, por lo ocurrido con la joven, que él se alejara de quien era su novia hacía apenas un mes antes del hecho.


Los dos dejaron la escuela.


Ella, de 17 años, dejó la escuela por la vergüenza que le generaba haber sido víctima del hecho. Incluso quedó acreditado en las audiencias del juicio oral que los procesados, ya detenidos, no dejaban de burlarse de las víctimas al formular la denuncia en sede policial, ya que la celda en la que se encontraban los detenidos estaba al lado de la mesa de entradas.



La joven había llegado llorando a la casa, luego del hecho, y cuando le preguntaron sus familiares porqué lloraba, ella sólo atinó a decir que le habían robado el celular; lo que también era cierto.



El joven fue quien sí le contó a su madre lo ocurrido. Fue ella quien le relató lo sucedido a los padres de la joven, fueron a la comisaría y comenzó el proceso.



Demasiada vergüenza sintió Y. cada vez que debió relatar lo sucedido, incluso la querella intentó evitar alguna de esas declaraciones que una y otra vez terminaban en llanto mediante filmación, pero el juzgado de instrucción negó esa posibilidad por “no contar con elementos técnicos”.



La sentencia y los años de prisión resultaron descabellados para muchos. Tal es así que el fiscal pidió 12 años de prisión para tres de los imputados y la querella 19 y 18 años. Y el propio abogado defensor de uno de ellos (quien dirigía al grupo) pidió la absolución y en subsidio, para el caso que el tribunal no considerase ello, se adhirió al pedido de prisión de 12 años efectuado por el fiscal. Es decir, el propio abogado defensor tenía claro que había demasiadas cuestiones que agravaban la pena, y apartaban a los detenidos del mínimo de 8 años de prisión que el Tribunal aplicó.



¿Porqué tanta benevolencia? “A quién le importa si estoy muerta”, había dicho Y. a su madre entre lágrimas al conocer la sentencia. ¿Porqué no cuenta para los jueces el daño a Y.? Ese daño pasado, presente y futuro que le modificó la vida, aunque si uno la mira, solo ve que está aferrada a su novio y a su madre, demasiado callada. ¿Por qué será que la bestialidad del hecho no contó a la hora de definir la pena? ¿Será que los rostros de los atacantes, algunos angelicales, pueden más que la vida de la joven y la atrocidad padecida?



Dentro de seis años tal vez, o menos, o dentro de menos tiempo respecto del condenado a tres años de prisión efectiva, puede que otro abuso sexual similar al ocurrido, vuelva a ocurrir en El Carmen o en otro lugar, y los autores sean los mismos. Porque el abuso sexual es compulsivo. No se trata de una enfermedad que puede hacerse de una cura. Si la futura víctima se anima a denunciar, tal vez podamos volver a ponernos a salvo. Y otra vez volveremos a debatir sobre la condena benévola que tuvieron estos violadores.

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