martes, 14 de julio de 2009

testemonio de una encuentrera

Hoy se que mi historia es como la de muchas, fui victima de violencia durante muchos años de mi vida 22, quizás demasiados. Me casé muy chica y pensando que iba a ser para siempre, él resultó ser un hombre autoritario, donde las cosas tenían que ser como él las decía o usaba su fuerza, la violencia como modo de resolución. Yo permití y naturalicé este abuso de poder donde mi silencio, mis culpas, mis miedos justificaban su conducta y no hacían más que prolongar esa relación de manipuleo donde me hacia sentir humillada porque no valía nada y desvalorizada porque no servia para nada, inmovilizándome de tal manera que pensaba que ese era mi destino y que jamás podría salir su situación ya que era amenazada de muerte si intentaba hacer algo. Tuve 4 hijos en los que me sostuve y me sostengo y al crecer me dieron fuerza para promover el cambio entre lo que era y lo que quería ser. Tomé la decisión de separarme aterrada por sus amenazas y con la decisión de saber que podía morir en el intento por la obsesión de un hombre que perdía lo que toda la vida creyó que era su propiedad privada.
Comencé a trabajar en lo podía y a estudiar lo que quería, mi necesidad de creer de conocer, habían sido negada mucho tiempo.
Alentada por una amiguita que hoy es mi compañera decidí participar del encuentro de que ese año se realizó en Córdoba, me inscribí en el taller de violencia y solo pensaba escuchar “que se decía”.
Peri no, fue muy conmovedor escuchar y compartir historia de vida, casi iguales a la mía. Era raro, no nos conocíamos, teníamos distintas edades, éramos de de distintas provincias, distintas clases sociales pero teníamos la misma conducta (síndrome de la mujer maltratada) y los maridos el mismo perfil del hombre violento.
Lloré al escuchar y al contar mi historia y al estar juntas sentí por primera vez esa bronca y ese espíritu de lucha para promover un cambio que nació en mí. Al redactarse las conclusiones y propuestas me hizo comprender que las necesidades y pedidos eran posibles de ser escuchados si estábamos juntas y organizadas.
En mi primera marcha grite y cante loi que tantos años me habían silenciado. Fue hermoso.
Volví, pero no de la misma manera que me fui, me prometí a mi misma volver siempre a los encuentros y protagonizar de donde esté, desde el lugar que ocupe, la defensa de los derechos de de las mujeres, ante una sociedad que nos condiciona a una dependencia, ante un estado porque hay leyes que deben ser cambiadas para que los hechos de violencia lleguen a ser juzgadas y condenados y a las victimas se le den garantías, soportes y acompañamiento, contención psicológica para que podamos recuperar nuestra capacidad de autoestima.
Defenderé esto por mí, por mi hija por mi nieta por todas las mujeres. Para que no haya mas Mónica Pérez, quien, nosotras las que la pasamos sabemos que no fue a una cita romántica sino que fue por miedo y que su muerte no fue un crimen personal sino violencia hacia las mujeres y que se pudo haber evitado, poniéndose en evidencia la capacidad de los tribunales de familia para abordar la problemática de la violencia de genero, frente a la denuncia de miles de mujeres.
Quizás tengamos morir muchas todavía hasta cambiar esta realidad, pero yo a partir del primer encuentro y del encuentro año a año con mujeres de mi país que comparten la común opresión de género, que comparten la rebeldía ante las injusticia ante las injusticias, unimos nuestras voces para gritar basta!Para no callar nunca más, por Mónica, por mi. Por las que no están y por las están y todavía son violentadas y silenciadas.

Alicia